¿Es correcto golpearse el pecho cuando decimos "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo"? Muchos fieles mantienen este gesto por costumbre o herencia, pero la liturgia actual ha cambiado. Hoy analizamos si este movimiento es una norma, una tradición antigua o simplemente una expresión de piedad personal que, a veces, puede desentonar con el sentido comunitario de la Misa.
El análisis del gesto se divide en tres puntos clave:
Origen y cambios litúrgicos: Antes de la reforma del Concilio Vaticano segundo, el sacerdote se golpeaba el pecho tres veces durante el Agnus Dei y los fieles solían imitarlo. Sin embargo, las normas actuales (Misal de Pablo sexto) solo prescriben oficialmente este gesto durante el acto penitencial (Yo confieso) al decir "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa".
El significado bíblico: Golpearse el pecho es un signo profundo de humildad y arrepentimiento. El Evangelio de Lucas lo menciona en el publicano que pide perdón y en la multitud que presencia la muerte de Cristo. Es un reconocimiento físico de que el pecado nace del corazón.
Piedad personal vs. Unidad litúrgica: El artículo plantea un dilema: aunque el gesto ayuda a la piedad individual, la liturgia es una acción comunitaria. El exceso de gestos personales no previstos en las normas puede romper la unidad del "Pueblo de Dios" que celebra como un solo cuerpo.
La actitud correcta: No está prohibido como gesto privado, pero nunca debe realizarse para demostrar una supuesta "superioridad" o mayor celo que los demás.
Así que.
La liturgia no es un teatro de piedad individual, sino un encuentro comunitario con Dios. Si decides golpearte el pecho durante el Cordero de Dios, que sea un acto de humildad sincera y no una mera repetición mecánica. Al final, lo más importante no es cuántas veces golpeamos nuestro pecho, sino cuánto abrimos nuestro corazón para recibir la paz que pedimos en ese preciso momento de la Misa.
Recordemos que el gesto que más agrada a Dios es aquel que nos une a nuestros hermanos en lugar de separarnos.
"Ningún gesto litúrgico debe realizarse con un sentido de superioridad; si nos separa de la comunidad, nos aleja de Dios".