En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción surge, de manera natural, una pregunta frecuente entre muchos fieles: ¿qué significa realmente la infalibilidad papal? Un concepto profundamente teológico, a menudo incomprendido o distorsionado, pero esencial para entender cómo la Iglesia custodia la verdad revelada.
El dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por Pío IX en 1854 mediante la constitución Ineffabilis Deus, es uno de los ejemplos más citados de declaraciones consideradas infalibles. Sin embargo, la definición formal de la infalibilidad papal no llegó hasta 1870, cuando el Concilio Vaticano I promulgó Pastor Aeternus.
Allí se estableció que el Papa es infalible únicamente cuando, en su calidad de pastor supremo, proclama ex cathedra una enseñanza definitiva sobre fe o moral, obligando a toda la Iglesia a creerla.
No se trata, por tanto, de impecabilidad personal ni de inerrancia en asuntos cotidianos, científicos o políticos.
Los teólogos destacan cuatro criterios necesarios:
1. El Papa debe hablar como sucesor de Pedro, en su oficio oficial.
2. La enseñanza debe referirse a fe o moral.
3. Debe expresarse de manera definitiva y explícita.
4. Debe tener la intención de obligar a toda la Iglesia.
Es un acto solemne, excepcional y siempre guiado por el Espíritu Santo para custodiar la verdad revelada. Por eso, a lo largo de la historia, los casos de declaraciones propiamente infalibles son muy escasos: la Inmaculada Concepción, la Asunción de María y unas pocas más cuyo estatus sigue siendo objeto de estudio.
Los expertos recuerdan que la infalibilidad no coloca al Papa como “oráculo”, sino que manifiesta la promesa de Cristo a Pedro: “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo” (Mt 16,19). El fundamento, por tanto, es la fidelidad de Dios, no la perfección humana.
Comprender la infalibilidad papal nos ayuda a ver que la Iglesia no inventa verdades nuevas, sino que protege con certeza aquello que Dios ha revelado. Es un servicio humilde al Evangelio, un acto de confianza en la guía del Espíritu Santo y una garantía para los fieles de que la fe que profesan permanece íntegra.
En un mundo cambiante, la promesa de Cristo a su Iglesia sigue firme: Él mismo sostiene la verdad que ella anuncia.
La infalibilidad papal no exalta a una persona, sino la fidelidad de Dios que nunca abandona a su pueblo.
“La infalibilidad papal no exalta al Papa: manifiesta la fidelidad de Dios que guía a su Iglesia en la verdad.”