En medio de los tiempos litúrgicos marcados por la penitencia y la espera, hay momentos en los que la Iglesia nos invita a detenernos y alegrarnos. Por eso, en dos domingos muy concretos del año, el color morado se suaviza y aparece un tono distinto en el altar: el rosa. ¿Por qué sucede esto y qué significado tiene?
La Iglesia permite el uso de la casulla rosa en dos momentos específicos del año litúrgico, ambos vinculados a una alegría contenida en tiempos penitenciales.
El primero es el III Domingo de Adviento, conocido como Domingo de Gaudete. La palabra gaudete significa “regocíjense” y proviene de la antífona de entrada de la Misa: “Regocíjense en el Señor siempre… el Señor está cerca”. Este domingo marca que ya hemos recorrido gran parte del Adviento y que la Navidad está próxima. Aunque el morado sigue siendo el color propio del tiempo, el rosa puede utilizarse como signo de esperanza y alegría anticipada. Su uso es opcional, no obligatorio.
La segunda ocasión es el IV Domingo de Cuaresma, llamado Domingo de Laetare, que significa “Alégrate”. El nombre proviene del introito de la Misa: “Laetare, Jerusalén”. Aunque la Cuaresma es un tiempo de ayuno, oración y penitencia, este domingo recuerda a los fieles que la Pascua se acerca. Por eso, además de la casulla rosa, se permite adornar el altar con flores y usar el órgano, elementos que normalmente están restringidos durante este tiempo.
Este domingo también es conocido como el “Domingo de Rosa”, porque antiguamente el Papa bendecía una rosa de oro que luego regalaba a algún monarca católico, como símbolo de gozo espiritual en medio del sacrificio.
De manera particular, en Perú, los sacerdotes pueden usar la casulla rosa el 30 de agosto, fiesta de Santa Rosa de Lima, primera santa de América. Ese día es considerado festivo, se puede ganar indulgencias y se participa en la Misa como si fuera domingo.
El color rosa en la liturgia nos recuerda que la vida cristiana no es solo sacrificio, sino también esperanza. Incluso en los tiempos de espera y penitencia, Dios nos regala anticipos de alegría para fortalecer el corazón y animarnos a continuar el camino.
La casulla rosa no es un simple detalle estético: es un lenguaje silencioso que anuncia que la luz ya se acerca. Que sepamos reconocer esos signos de esperanza que Dios pone en nuestro camino.
“La alegría cristiana no elimina la espera, pero la llena de esperanza.”