Hoy hablaremos de un desafío que todos enfrentamos cada día, aunque pocas veces lo reconocemos: no juzgar a los demás. Una invitación directa de Jesús que, aunque sencilla en palabras, es profundamente difícil en la práctica. Acompáñame a descubrir por qué nos cuesta tanto y cómo podemos avanzar hacia un corazón más misericordioso.
No juzgar a los demás no es solo un consejo espiritual: es una prueba real de nuestra caridad y humildad. Juzgar parece algo natural: observamos, comparamos, opinamos, y sin darnos cuenta ya emitimos un veredicto. Pero detrás de este impulso suele esconderse el orgullo… la creencia de que vemos más claro que los demás.
La Biblia es directa y contundente:
Jesús dice en Mateo: “No juzguen, para que no sean juzgados” (Mt 7,1).
Y Lucas añade: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36).
¿Por qué esta insistencia? Porque solo Dios conoce el corazón. Nosotros vemos conductas; Él ve historias, heridas, intenciones, luchas internas y momentos de debilidad o dolor que desconocemos.
El famoso refrán lo resume bien:
“Ojos vemos, corazones no sabemos.”
El Catecismo también advierte sobre el juicio temerario, que es contrario a la caridad. Nos pide interpretar siempre del mejor modo posible las acciones del prójimo, porque las apariencias engañan y cada persona lleva cargas que a veces ni imagina.
Los santos lo entendieron con claridad:
Santa Teresa de Calcuta decía: “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo de amarla”.
San Francisco de Sales aconsejaba ser indulgente con las debilidades ajenas… recordando que nosotros también las tenemos.
Y es que, mientras señalamos la “paja” en el ojo del otro, solemos ignorar la “viga” en el nuestro.
No juzgar no significa cerrar los ojos ante el mal, sino abrir el corazón a la misericordia, entender que el otro puede estar luchando batallas invisibles y que nosotros tampoco somos perfectos.
Cada vez que nos descubramos juzgando, es una oportunidad para detenernos, respirar y mirar con los ojos de Cristo… ojos que no condenan, sino que sanan.
Gracias por acompañarme en este episodio. Recordemos cada día que Dios mira más allá de las apariencias… y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo.
“Si juzgas, no amas; y donde falta el amor, siempre sobra el juicio.”