Excomunión: ¿cual es su objetivo y qué podemos hacer

La excomunión en la Iglesia Católica no es un acto de venganza, sino una medida medicinal para llamar al arrepentimiento y restaurar la comunión con Dios y con la Iglesia. Se trata de una sanción que ocurre cuando un miembro rompe deliberadamente la unidad de la Iglesia, ya sea por herejía, cisma u otros delitos graves. La excomunión no borra el bautismo ni la pertenencia a la Iglesia, pero limita la participación en los sacramentos y, en el caso de ministros ordenados, les impide ejercer sus funciones sacerdotales.

Este castigo tiene un objetivo claro: motivar la conversión, la reflexión sobre la gravedad del pecado y la reconciliación con la comunidad eclesial. Ejemplos recientes de cismas incluyen la ruptura de comunión de algunas monjas Clarisas y la declaración cismática de un arzobispo, recordando que la comunión eclesial es un bien precioso que debe protegerse.

Los fieles pueden colaborar en la sanación del excomulgado a través de la oración, la reparación por el daño causado, la meditación sobre la gravedad de los actos cometidos, el entendimiento del valor de los disensos dentro de la comunión y la exhortación amorosa a la reconciliación. La excomunión refleja la seriedad con la que la Iglesia cuida la unidad de sus miembros y guía a todos hacia la santificación.

La excomunión nos recuerda que la comunión con Dios y con la Iglesia es un tesoro sagrado. No es castigo, sino un llamado a la conversión y al retorno a la gracia. Cada acto de reparación y oración por los hermanos separados fortalece nuestra propia fe y unidad como Cuerpo de Cristo.

La excomunión no es castigo, es medicina del alma.
Busca la conversión, la oración y la unidad con Dios y la Iglesia.